6 de agosto de 2009

Retorno a los deportes

Desde joven me han gustado los deportes.
De niña no necesitaba practicarlos, porque pese a haber nacido en un apartamento, los 3 meses de vacaciones los pasaba con mis primos en un balneario y no había día en que no trepara árboles o anduviera saltando por las azoteas de los vecinos.
De pequeña ya era la versión femenina de Tarzán.



Luego en el liceo me gustaba mucho la gimnasia y en el primer año estuve en Atletismo, donde corría y hacía salto largo. Fue linda época, incluso a fin de año hicimos un viaje a Córdoba (Argentina) con compañeras y profesoras de atletismo, que disfruté muchísimo.



Ya con 18 años, recién mudada a la capital (Montevideo) por fin pude dedicarme a lo que pasó a ser mi pasión durante varios años: las artes marciales. El Karate me gustó tanto que cuando podía practicaba de lunes a sábados y en ocasiones varias clases al día.







Luego el deporte pasó a segundo plano, el trabajo tomó preponderancia. Y aunque comencé algunos deportes espaciados: gimnasia aeróbica, correr, chaiu-do-kwan, no tuve ya la voluntad de ser consecuente como años atrás.
Lo último fue Yoga, aunque este invierno tan frío no tuve voluntad para seguir acostándome en el piso del frío gimnasio, ya que al día siguiente ya estaba resfriada o con dolor de garganta y tos. De modo que una vez más dejé el deporte…


Y hace unos días, una conocida me comentó que hacía unos meses se había anotado a patín. Que había escuchado allá por marzo, un parlante que anunciaba clases de patín artístico en un gimnasio de nuestra ciudad. Días después fue su 45 cumpleaños y con el dinero que le habían regalado se compró un par de patines y se anotó en las clases.
¡Patín! Yo nunca había patinado… Solo cuando vivía en la capital, una vez fui con mis amigos a la pista de patín sobre hielo y me había divertido a lo loco pese a las caídas.
Y recuerdo vagamente que cuando era niña, una prima tenía patines y luego de pedírselos, tuve la gloria de “patinar” un ratito sobre el costado de su casa donde había un caminito. Por supuesto tenía la pared de apoyo y eso es todo lo que recuerdo de haber probado un patín de 4 ruedas.

Como no estoy haciendo deporte y el horario era lindo: los martes de 9 a 10 horas, pensé que podía en mi ajetreado día hacerme un lugarcito en la mañana para hacer algo de deporte. Salí y me compré un par de patines artísticos y luego me enteré que era de 21 a 22 hs… ups! Con las noches tan frías y yo tener que abandonar mi querida estufa a leña para salir a patinar???! Y bueh, ya los había comprado, así que el martes pasado (4 de agosto) me fui al gimnasio y me presenté a la profesora y le anuncié que comenzaba ahí mismo.
Así, ya con 39 años, me calcé mis bonitos y recién adquiridos patines y tomé voluntad para pararme sobre ellos. Cuando la profesora nos llamó, comencé a caminar y deslizarme de a poquito. Pues creo que me entusiasmé, porque comencé a deslizarme más y más rápido. ¡Qué linda sensación!... Y ahí comencé a rodar sobre mis bonitas botas blancas con ruedas y pum! Mi primer porrazo. Pero tuve una buena aprobación ya que me dijeron que caía muy bien (ja, ja, ja) casi siempre sentada y con algunos kilitos de más, el acolchado de mi colita tuvo por fin sus ventajas.
Me cruzó patinando la profesora, mientras me dijo: - Me parece que sos medio kamikaze. – me dijo por mi atrevimiento en mi primera vez. Y pum! Otro porrazo. Pero mientras otras nuevas caminaban y apenas deslizaban los pies con sus brazos bien extendidos hacia los lados, yo sentía una sensación embriagante de libertad y no hacía caso a mi falta de equilibrio y allá me lanzaba a buena velocidad.
¡Qué cosa maravillosa! ¡Cómo me gustó patinar! Y qué lindas figuras hace mi profesora… ya llegaré a hacerlas en un tiempo (qué atrevimiento no?).
Estoy tan entusiasmada, que espero me dure…. 39 años y comienzo patín artístico… ja, ja, ja. ¿Ven que uno puede comenzar lo que quiera a cualquier edad?
Y miren que es lindo el deporte!!
El que pueda, que haga ejercicio que su mente y físico se lo agradecerá.